(*) Por Humberto Podetti
“…se alienta también una pérdida del sentido de la historia…una especie de ‘deconstruccionismo’, donde la libertad humana pretende construirlo todo desde cero… Son las nuevas formas de colonización cultural…los pueblos que enajenan su tradición… toleran que se les arrebate el alma, pierden, junto con su fisonomía espiritual, su consistencia moral y, finalmente, su independencia ideológica, económica y política’” (Francisco, FT, 13 y 14)
“La pretensión de instalar el populismo como clave de lectura de la realidad social, tiene otra debilidad: que ignora la legitimidad de la noción de pueblo” (FT, 157)
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Francisco: Doctrina Social de la Iglesia y pensamiento latinoamericano
La riqueza de Fratelli tutti es inmensa, tanto para el pensamiento social de la Iglesia Católica, como para el pensamiento social y político latinoamericano. Se suma a los numerosos documentos de Francisco que han ido otorgando carácter universal a ambos.
Francisco guarda una fidelidad profunda a la Doctrina Social de la Iglesia católica. Continúa la prédica de San Juan Pablo II (Evangelium vitae, 4a, 12) sobre el carácter de cultura de muerte y guerra de los poderosos contra los débiles que tiene el sistema económico político contemporáneo. Simultáneamente, constituye una culminación del pensamiento latinoamericano.
La razón de ese doble carácter es el proceso de inculturación del Evangelio en las civilizaciones y culturas americanas, que dio origen a nuestro pensamiento.
Fratelli tutti nos exhorta a mantener viva nuestra conciencia histórica, abandonando todo deconstruccionismo, que negando la riqueza de ese pensamiento para el siglo XXI implica un nuevo colonialismo cultural. La encíclica de la fraternidad también reivindica las nociones de pueblo y popular, claves políticas y sociales de nuestra historia. Y critica los populismos, que se proponen -en el mejor de los casos- incorporar al sistema a quienes están afuera y no a cambiarlo y construir una nueva sociedad humana.
Como recordaremos en este ensayo, nuestra historia enlaza el pensamiento político social latinoamericano con las muchas nociones incluidas por Francisco en Fratelli tutti. La de persona humana expresada como projimidad, alteridad y fraternidad (FT 8, 107, 119); la de la autoridad de la perspectiva femenina en todas las áreas de la actividad humana (FT 23); la de comunidad organizada como ámbito de ejercicio de los derechos y deberes humanos (FT 87, 114, 128); la de ciudadanía universal como derecho inherente a la dignidad humana e independiente de la voluntad de los estados (FT 37/41, 56/86, 124, 131); la de pueblo como sujeto de la historia, depositario de la autoridad y la soberanía, dador de conciencia y sentido (FT 157/160); la de comunidad universal como pueblos hermanados cada uno desde su cultura, concibiendo al mundo como patria y a la humanidad como pueblo (FT 126, 131, 150, 154; LS 164); la de fraternidad universal como construcción de la raza cósmica, universalizando el formidable mestizaje americano (FT 133/136, 141, 146, 148); la de nueva sociedad humana como aspiración permanente a perfeccionar la comunidad familiar, local, nacional, continental y universal (FT 126, 127, 131, 150, 154, 179); la de liberación de los oprimidos como sentido de la vida personal y social (FT 169); la del derecho como realización de la justicia que permita a todos los habitantes del planeta ser trabajadores y propietarios del techo y de la tierra (FT 22, 120, 162); la de culturas como frutos de la historia singular de cada pueblo y como riqueza tanto o más significativa que la diversidad biológica (FT 143); la de unidad de la Patria Grande como único modo de los indo-íbero-afro-americanos de estar y participar en el mundo (FT 10, 151, 153).
El encuentro de las teologías aborígenes y la teología cristiana como nacimiento del pensamiento crítico latinoamericano
Hace cinco siglos se produjo el choque-encuentro de América e Iberia. Fue un choque violento y devastador en tanto conquista, destrucción y opresión. Pero también fue encuentro y sorprendente diálogo entre las teologías de nuestros pueblos y la teología cristiana. De ese diálogo nacieron los ejes centrales de nuestro pensamiento, que hemos recordado a partir de Fratelli tutti.
El diálogo comenzó con la llegada a nuestro continente de los frailes de las órdenes religiosas reformadas en Iberia, cuyos conventos enseñaban por primera vez en el mundo la historia universal y la gramática de Nebrija y recuperaban el cristianismo originario. Habían convertido el castellano en lengua culta y simultáneamente abierta al universo. Se deslumbraron con las culturas aborígenes y alfabetizaron sus lenguas, incorporando al castellano cientos de palabras nuevas y nuevos sentidos a palabras antiguas. Más tarde también incluyeron palabras y sentidos de las lenguas africanas, traídas esclavas a América. De ese modo americanizaron el castellano y el portugués, como proclamó en 1950 José María Arguedas, en su ensayo La novela y el problema de la expresión literaria en el Perú. El autor de Yawar Fiesta, Los ríos profundos y Todas las sangres, anunció en ese ensayo que dejaría de escribir en quechua para hacerlo en castellano porque le permitía transportar el alma quechua al universo.
Los frailes comenzaron defendiendo a los aborígenes esclavizados por los conquistadores y enseguida crearon nuevas nociones de persona humana, de comunidad, cultura y pueblo. Los sermones de Antonio de Montesinos en diciembre de 1511, reproducidos por Bartolomé de las Casas, probablemente fueron los primeros textos de nuestro pensamiento crítico. En ellos ya estaba implícita la noción de pueblo incluyente de los oprimidos y la urgencia de su liberación.
Francisco de Vitoria desarrolló extensamente aquellas ideas iniciales, a partir del paulatino conocimiento de la crueldad de la conquista y de la riqueza del pensamiento de las civilizaciones y culturas americanas que eran destruidas. En sus relecciones salmantinas, entre 1528 y 1539, Sobre el poder civil, Sobre los indios y Sobre el derecho de la guerra, Vitoria desarrollo ideas revolucionarias para el mundo. Entre ellas, la de que el hombre no es lobo para el hombre, sino hombre; la de persona humana con igual dignidad cualquiera sea su raza, religión o cultura; la de la soberanía de cada persona y cada pueblo; la de la autoridad conferida por el pueblo y retirada si el conferido no hace aquello a lo que se obligó; la de comunidad organizada nacional, continental y universal, como ámbitos en los que las personas, los pueblos y las naciones pueden ejercer sus derechos y cumplir con sus obligaciones; la de ciudadanía universal como derecho de toda persona humana, antes, durante y después de la pertenencia a un estado; la del derecho internacional como derecho al que deben sujetarse las relaciones entre las naciones.
En diciembre de 1531 ocurrieron las apariciones de la Virgen a Juan Diego Cuauhtlatoatzin, mexicano chichimeca. El diálogo entre ambos fue en lengua nahuahtl, como relata el Nican Mopohua (Aquí se cuenta) de Antonio Valeriano, sobrino de Juan Diego. El mensaje fue claro: el Dios de los cristianos se había hecho hombre para dar su vida por todos los hombres y mujeres de todos los tiempos. Huitzilopochtli, la principal deidad azteca, requería sacrificios humanos para renovarse. La eucaristía cristiana consistía en purificarse y comer el cuerpo y beber la sangre de Cristo, mediante la transubstanciación del pan y el vino. En la ‘eucaristía’ o teocualo (Dios es comido) azteca, previa purificación, se comía la representación de Huitzilopochtli amasada con semillas de amaranto molidas y sangre humana. Las apariciones de la Virgen provocaron la mayor conversión de la historia al catolicismo: casi medio millón de indígenas se hicieron cristianos. Sor Juana Inés de la Cruz lo describe en su Loa para el Auto Sacramental El Divino Narciso.
Las treinta y dos universidades fundadas durante el período indiano fueron ámbito de fermento de ese nuevo pensamiento. Siguiendo el modelo de la Universidad de Salamanca, los alumnos elegían a sus profesores. En la de México enseñó Tomás de Mercado, quién en su obra De Tratos y Contratos de 1569, sostuvo que el comercio es libre sólo cuando es justo y que el mercado nacional e internacional debe sujetarse a la ética y someterse a la justicia para garantizar que no haya abuso del mayor poder de negociación. También en México, Alonso de Veracruz, en 1554, enseñó que el pueblo era el único depositario de la autoridad y por tanto la otorgaba a los gobernantes y la retiraba cuando no cumplían lo que se les había ordenado.
En 1585 Bernardino de Sahagún publicó su Historia de las cosas de Nueva España, formidable testimonio de la riqueza de la civilización azteca, escrita en nahuatl a lo largo de cuarenta años y traducida luego al castellano por el autor.
En la Universidad de Lima, José de Acosta enseñó y escribió la primera historia de nuestra América como unidad, la Historia Natural y Moral de las Indias publicada en 1590. Allí relató la historia de las dos grandes civilizaciones americanas vivas al momento del choque-encuentro, la inca y la azteca. También formuló la teoría de la evolución de las especies, tres siglos antes que Darwin. La fundó en la cooperación de las especies entre sí en el proceso evolutivo y no en una selección natural por la más apta o la más fuerte, como haría el naturalista inglés. También esbozó, con varios siglos de anticipación, la primera teoría acerca del poblamiento de América: en algún lugar debían unirse Asia y América y por allí cruzaron los primeros habitantes de nuestro continente.
También en la Universidad de Lima enseño Antonio de León Pinelo, recopilador del derecho indiano, desde las primeras leyes de derechos humanos de la historia, las de leyes de Burgos de 1512, hasta las de la vigencia del derecho indígena o la de la jornada de trabajo de ocho horas. Su deslumbramiento por las grandes culturas andinas le llevó a afirmar en su obra El paraíso en el Nuevo Mundo. Historia natural y peregrina de las Indias Occidentales, publicada en 1656, que el paraíso terrenal había estado en América del Sur, en el actual estado brasileño de Amazonas. También dibujó un mapa de América del Sur con el sur hacia arriba, como muchos años después popularizó el notable pintor uruguayo Joaquín Torres García.
Sor Juana Inés de la Cruz, una de las más notables pensadoras latinoamericanas de todos los tiempos, afirmó en la Carta Atenagórica de 1690 y en la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz de 1691, la autoridad de la mujer para pensar y enseñar sobre todas las materias del conocimiento humano y también formuló una demoledora crítica a la sociedad y a la Iglesia masculinas.
A comienzos del siglo XVIII nuestro pensamiento estaba maduro para presentarse al mundo. Lo hizo con las independencias de España y Portugal y particularmente en las Cortes de Cádiz de 1812 y en las de Porto de 1820, en este caso mediante las Lembranças e apontamientos de José Bonifacio a los diputados de Brasil. En ambas se propuso constituir un Estado Confederal Iberoamericano, fundado en la soberanía del pueblo en asamblea, la delegación de facultades en la organización confederal y retención de las no delegadas, el reconocimiento de la ciudadanía sin distinción de razas, la supresión de la esclavitud y el comercio libre entre iguales. Pero los Constituyentes de Cádiz y de Porto desoyeron la propuesta americana. Y sancionaron constituciones esclavistas y liberales, siguiendo los modelos de la Constitución de Estados Unidos -que había dado rango constitucional a la esclavitud y depositaba la soberanía en los representantes y no en el pueblo- y de la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de la Revolución Francesa, que había mantenido en vigencia el Code Noire de Luis XIV, que consideraba a los esclavos cosas muebles.
El pensamiento nacido de la inculturación del Evangelio en las teologías americanas, enriquecido en el período indiano, presentado al mundo por el movimiento independentista, se prolongó en los grandes pensadores latinoamericanos de comienzos del siglo XX, de José Martí y Enrique Rodó a Manuel Ugarte y culminó en los movimientos populares del siglo pasado y el presente. Francisco lo ha propuesto nuevamente al mundo en Fratelli tutti.
(*) Abogado, miembro del Consejo Asesor de la Red Eclesial Justicia y Paz en la Patria Grande, profesor de Cristianismo y pensamiento latinoamericano en la especialización en pensamiento latinoamericano de la Universidad Nacional de Lanús, miembro del Consejo de Redacción de la revista Hechos e ideas.